Enfermedades de transmisión sexual hombres
La atención de enfermedades de transmisión sexual hombres es indispensable para la salud integral de la población masculina, debido a que en muchas ocasiones no están acompañadas por signos y síntomas que permitan identificarlas, es fundamental que de manera periódica se acuda a una revisión con un especialista una vez que se ha iniciado una vida sexual activa.
Como su nombre lo indica, las enfermedades de transmisión sexual, así como las infecciones de transmisión sexual, por lo general son contraídas por contacto sexual y pueden propagarse de una persona a otra mediante el semen, fluido vaginal, sangre u otros fluidos corporales.
También es posible que estas enfermedades e infecciones se transmitan vía transfusión sanguínea, así como por compartir agujas, e incluso durante el embarazo o parto siendo la madre la que contagia al bebé, y aunque pueden caracterizarse por la presencia de numerosos signos y síntomas, en muchas ocasiones no se manifiesta ninguno y pueden pasar desapercibidas, hasta el momento en que tiene lugar una complicación o es diagnosticada a la pareja de la persona originalmente infectada.
Se identifican diferentes enfermedades de transmisión sexual hombres y si bien, hay muchos tratamientos disponibles actualmente, lo más recomendable es adoptar medidas de prevención para evitarlas, o reducir los riesgos de contagio e infección, además de la abstinencia, del uso de preservativos y barreras bucales, la comunicación con la pareja sexual es indispensable para saber si tiene alguna enfermedad o infección, se recomienda la aplicación de vacunas para prevenir el virus del papiloma humano, la hepatitis A y B, el uso de medicamentos recomendados a personas que pertenecen a los grupos de riesgo y evitar situaciones que pueden ser riesgosas.
Si bien, cada enfermedad e infección presenta sus propios síntomas, los signos y síntomas generales que pueden hacer sospechar de una es la aparición de llagas o verrugas en los genitales, en la zona rectal o bucal; secreciones en el pene; dolor o ardor al orinar; relaciones sexuales dolorosas; inflamación y dolor en los ganglios linfáticos, en especial en la ingle; dolores en la parte baja del abdomen; aparición de erupciones en la piel en manos, pies o en el tronco; fiebre.
Estos signos y síntomas pueden aparecer al cabo de unos días después de haberse expuesto a la enfermedad, aunque es posible que pasen años hasta que se manifiesten o bien, que nunca se presenten indicios que hagan sospechar de una enfermedad o infección de transmisión sexual. Esto depende de la manera en que reacciona cada organismo y es por ello que se recomienda que si se es sexualmente activo o si se presentan estos signos y síntomas se solicite una consulta médica.
Se consideran factores de riesgo el mantener relaciones sexuales sin protección, tener relaciones con varias parejas, tener antecedentes de enfermedades de transmisión sexual, el abuso de alcohol y drogas recreativas, la inyección de drogas y afrontar una agresión sexual, los que incrementan las probabilidades de contraer una enfermedad de transmisión sexual, a pesar de que no se identifiquen estos factores de riesgo continúa siendo necesario realizarse exámenes para su detección, esto para evitar complicaciones.
Para el diagnóstico, el médico recaba información sobre los antecedentes sexuales, los signos y síntomas actuales, e indicar análisis de sangre para confirmar un diagnóstico de VIH y sífilis, así como muestras de orina y muestras de fluidos cuando existen llagas genitales activas que producen secreciones, cuando no se han manifestado signos ni síntomas se pueden realizar análisis de detección.
Estos análisis se recomiendan en particular a quienes tienen entre 13 y 64 años para los que se hace un análisis de sangre o saliva; a las mujeres embarazadas; a las mujeres a partir de 21 años o sexualmente activas; a los hombres que mantienen relaciones con otros hombres, a personas con VIH, y a quienes tienen una pareja sexual nueva.
El tratamiento que el especialista indique dependerá del tipo de enfermedad a tratar, la que puede ser ocasionada por bacterias, como es el caso de gonorrea, clamidia y sífilis; por parásitos, como la tricomoniasis; o por virus, como el herpes genital, el VIH y el virus del papiloma humano. De estas, son las ocasionadas por bacterias las que resultan más fáciles de tratar, mientras que las virales son más difíciles pues aunque pueden controlarse, no siempre tienen cura.
Por lo regular, el tratamiento consiste en el uso de antibióticos, que resultan efectivos para atacar infecciones producidas por bacterias o parásitos, como el caso de gonorrea, clamidia, sífilis o tricomoniasis. Estos tratamientos deben continuar una vez que se han iniciado para que sean efectivos y en todo caso se recomienda abstenerse de mantener relaciones sexuales hasta la finalización del tratamiento, en particular cuando se presentan llagas en el área genital, rectal o bucal.
Otro tratamiento es el uso de antivirales, los que reducen los riesgos de infecciones como herpes, pero es necesario tener en cuenta que incluso bajo tratamiento existen probabilidades de que sea transmitida, por lo que se debe usar un anticonceptivo o barrera que reduzca el riesgo. El uso de antivirales también se indica a pacientes con VIH para mantenerlo bajo control y su efectividad depende de qué tan temprano se comenzó con el tratamiento.
Como apoyo para el tratamiento de enfermedades de transmisión sexual se recurre a terapia psicológica, que puede solicitarse de manera individual o en pareja, este tipo de atención es importante y representa una herramienta para afrontar la enfermedad y la situación, es por eso que se recomienda que una vez recibida la confirmación de un diagnóstico se busque la atención profesional adecuada para reducir los riesgos de otros problemas.
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